Lo perdí. Parte 5: El Final
- madreadiario
- 6 nov 2014
- 2 Min. de lectura
Después de vivir algunos días muy difíciles el momento llegó, debía tomarme unas pastillas y si todo salía bien, mi cuerpo comenzaría el proceso de expulsión y en unas horas todo habría terminado. Recuerdo que era lunes y me desperté muy temprano, no quise molestar a mi esposo, las pastillas tardarían en hacer su efecto y no teníamos cita hasta el medio día en el hospital.
Tomé las pastillas, él despertó al poco tiempo y me recriminó que no lo hubiera despertado para acompañarme en esos momentos, La Mujer Maravilla había hecho su aparición. Después de un par de horas comencé a sentir unos dolores bastante fuertes, siempre he tenido el umbral del dolor muy alto por lo que sabía que yo podría aguantarlos, o al menos eso es lo que necesitaba creer.
Llegó un punto en el que ya no pude soportar el dolor, ahora que lo pienso no estoy segura si el dolor en gran parte fue mucho peor debido al dolor que yo llevaba en el corazón. Nos fuimos antes al hospital y llegamos al consultorio un par de horas antes de mi cita, me revisaron pero nada parecía avanzar, me dieron algo para el dolor que hizo efecto de inmediato y me mandaron a caminar todo lo que pudiera, me verían nuevamente en una hora.
En esa hora caminé, caminé y caminé en el hospital. Tuve un pequeño sangrado y pensé que tal vez eso me salvaría de un procedimiento mayor. Cuando regresamos al consultorio, nada, “Cuando suceda, créeme te vas a dar cuenta, no habrá duda, aunque ya comenzó el proceso no es suficiente y si no acelera vamos a tener que intervenir” Me dieron otra dosis del medicamento y a caminar otra vez.
Como nada sucedía regresamos a casa, si no pasaba nada en las próximas horas, tendría que entrar a quirófano, una posibilidad nada agradable y que nos daba mucho miedo.
Nada pasó, ya ni siquiera volví a tener dolor, por lo que a las 10:00 de la noche estaba entrando a quirófano para terminar con la pesadilla que nuestra pérdida había supuesto. Fue rápido y a la 1 de la madrugada estaba en mi cama. Nada más poner la cabeza en la almohada caí rendida en un sueño profundo. Soñé, soñé intensamente y ese sueño me acompañará el resto de mi vida, un sueño que me hizo despertar con lágrimas en los ojos y que llevo en el corazón.
Al fin podíamos seguir adelante, ¿pero cómo?