Mamá Orgánica
- madreadiario
- 3 sept 2015
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Confieso que siempre he sido una hippie de clóset. Cuando era pequeña mi madre decía que seguro le llegaría un día con un “novio de pelos largos, aretes y unas fachas de aquellas”, nunca lo hice, aunque confieso que un par de veces me vi tentada a hacerlo.
En casa intento cuando puedo comprar cosas lo más naturales posibles, voy al súper normal, pero siempre que puedo compro alimentos orgánicos y lo más sanos posibles. En mi casa intentamos no usar medicamentos alópatas, y desde el descubrimiento de los aceites mágicos, con eso tenemos hasta antibióticos naturales, el 90% de las veces que mi hijo se “enferma” el pediatra ni se entera. Y digo se “enferma” porque tampoco es como que ha sufrido de grandes males, un poco de moco, un poco de tos, y ese tipo de cosas. Hasta mi marido que es un poco incrédulo los ama ahora, pero el hecho de que odie la medicina alópata también ayuda.
En fin todo muy bien y natural en casa, hasta que la semana pasada se me ocurrió que de ahora en adelante las compras se harían en el súper orgánico. Todo lo que no fuera proteína, ya que afortunadamente tengo una excelente carnicería a dos cuadras de mi casa que es orgánica y donde cuentan con productos de mucha calidad.
Allá voy muy emocionada, al llegar, me encontré con la papelería orgánica y estaba feliz, creo que tengo un problema con todo lo que es papelería, si por mi fuera tendría una en mi casa; pero confieso que mi emoción disminuyó mucho cuando me avoqué a lo importante y conforme fui viviendo la experiencia aún más ...
Primero, los precios mucho más caros, que por muy natural que uno quiera ser, no me parece tener que pagar ochenta pesos por una barra de jabón orgánica, que seguro no durará más que un par de semanas, he visto y comprado barras naturales muy buenas y he pagado treinta pesos por ellas.
Después, al llegar a las frutas y verduras, pude comprar la mitad de lo que esperaba, porque la otra mitad estaba demasiado madura como para llevarla a casa, estaba segura de que ni siquiera me aguantaría el trayecto. En fin escogí algunas cosas que creo que valieron mucho la pena, pero no muchas, las demás no me convencían, estaban demasiado caras o me parecían muy raras.
Al final, terminé pagando lo que me pareció una fortuna por unas pocas cosas solamente y tuve que ir de todas formas al súper convencional porque con eso no alcanzaría para la semana.
Terminé comprando lo que usualmente compro, cosas de calidad, lo más natural posible, pero sin traumarme, al final la mujer práctica dentro de mí no me permite traumarme demasiado porque estoy segura que ¡no comería nada! Y para ser honestos disfruto demasiado la comida como para detenerme demasiado en las etiquetas.
Conclusión: mi experimento fracasó, sin embargo descubrí que este lugar está bien para ir de vez en cuando a comprar algunos productos que si valen la pena y que no se consiguen en el súper convencional, otros si se consiguen y de hecho son los que ya compro actualmente; y otros que aunque no sean orgánicos seguiré comprando.
En fin la hippie dentro de mí se seguirá ocupando de lo que ya hace actualmente pero por el momento no tomará nuevos roles.