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Con calma mamá que tengo prisa

  • madreadiario
  • 18 abr 2016
  • 2 Min. de lectura

Desde que me convertí en madre, he escuchado en todos lados que debemos ser pacientes con los bebés y los niños. Que ellos tienen sus tiempos y que no debemos apresurarlos para nada porque interferimos en su desarrollo y en sus procesos. Hasta un bebé acostado viendo fijamente al techo está “haciendo algo” y aprendiendo algo, su cerebro está llevando a cabo un proceso que debemos respetar.

Sin embargo, hoy en día estamos acostumbrados a vivir a las carreras y no conectamos con esta necesidad de nuestros niños. Y no me refiero a cuando literal vamos corriendo porque ya no llegamos a la escuela o la clase de estimulación temprana. Aunque quizá en estas ocasiones también cortemos un proceso, seamos realistas, ¡tenemos que correr! Y no podemos esperar 20 minutos a que el toddler se termine 10 cereales sin apresurarlo, ahí sí ni cómo hacerle.

Pero me refiero a esas veces cuando estamos jugando con nuestros niños, cuando estamos dándoles tiempo de calidad. El otro día mi chaparro decidió que estaba divertidísimo, subir y bajar el mismo escalón una y otra vez, no se cuántas veces fueron pero créanme fueron muchas. Como a la cuarta vez, estuve a punto de distraerlo y llevarlo a jugar a otro lado, porque ¿qué sentido tenía que hiciera lo mismo una y otra vez? Y aunque el estaba muerto de la risa, yo en un principio no le encontré la gracia.

Antes de interrumpirlo, mi voz interior me detuvo, recordé todas las veces que he escuchado que debemos dejarlos descubrir y explorar sin interferir. Solo verlo reir me daba risa. Me aguanté las ganas de ver los mensajes que llegaban a mi celular y me puse a observarlo, a disfrutar con él la magia de subir y bajar el último escalón no sé cuantas veces. Eventualmente estuvo listo y él solo busco otra distracción.

Ellos están ávidos de experiencias, son como esponjitas que todo aprenden, quisieran correr y coordinar como un niño más grande, quisieran ser capaces de subir a ese juego que mide 3 metros y está lleno de túneles y laberintos, pero son aun muy pequeños. Si subieran llorarían a los 3 minutos porque no saben como bajar, porque solo ven a mamá a la distancia y tienen pánico de quedarse ahí por siempre.

Y para que puedan hacerlo un día con seguridad, necesitamos ser pacientes, respetar sus tiempos y realmente observarlos para saber qué es lo que necesitan. Observarlos para poder conectar con ellos, dedicarles el tiempo sin distracciones, sin pantallas, sin teléfonos. Realmente conectar con ellos. Esto logrará que sean mucho más seguros y que crezcan con confianza.

Quizá el tiempo que tienes para tus chaparros no sea mucho, pero al final del día ellos no necesitan cantidad sino calidad. Intenta realmente conectar, observar y ser paciente, el resultado te prometo ¡es mágico!


 
 
 
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